Big Mamas, las pioneras del Blues
Eran mujeres, eran negras y parieron el Blues
MARÍA F. CANET
Unos dedos se deslizan por los trastes de una guitarra, mientras arrancan a golpe de slide las penas del alma; dicen adiós al último tren que deja atrás el Delta del Mississippi. Seguramente podría tratarse de Robert Johnson o Son House. La química, casi sexual, que desprende la mezcla de un intenso solo de guitarra eléctrica con el de una armónica salvaje, sobre el escenario de un tugurio envuelto en humo en la noche de Chicago; ¿quién no imagina a Muddy Waters o a Howlin’ Wolf desplegando su profunda voz sobre la sensual melodía?
Pero ¿por qué, en la mayoría de los casos no se piensa en una mujer como protagonista de estas escenas?. El blues también es menester femenino. A principios del S.XX, durante los locos años veinte que precedieron a la Gran Depresión, las denominadas Big Mamas desarrollaron sus carreras en diferentes escenarios: cabarets y vodeviles de ciudad en los que se celebraba con alegría el final de la Primera Guerra Mundial, o escenarios más rurales, como las caravanas que acompañaban a vendedores ambulantes que recorrían el sur y el este de Estados Unidos. En las voces de estas mujeres hay protesta, cantos por la igualdad, gritos desesperados que describen lo que era ser mujer y negra en el sur de un país marcado por la segregación racial, pero también hay orgullo y deseo.
Ma Rainey fue una de estas pioneras. La Madre del Blues, nació a finales del S.XIX en un pequeño pueblo de Georgia. Añadió música blues a los singulares espectáculos —a caballo entre los musicales y la comedia— que interpretaba en caravanas ambulantes y circos. Tras treinta años de carrera logró grabar un disco, aunque su único contrato discográfico apenas duró cinco años, entre 1923 y 1928. Se retiró en 1933 y falleció en 1939, debido a un ataque al corazón.
Mamie Smith, o la primera señorita del Blues, fue la primera mujer en grabar un blues. La cantante que iba a grabar en un primer momento el tema Crazy Blues en los estudios del sello Okeh de Nueva York, cayó enferma; Smith acudió en su lugar un 10 de agosto de 1920. La canción vendió más de 70.000 copias, y su popularidad contribuyó a que las compañías discográficas ficharan más voces femeninas. A pesar de su éxito, Mamie Smith, otro exponente del blues de los vodeviles, acabó sus días en la indigencia.
Memphis Minnie creció artísticamente en las calles de Memphis, donde interpretaba canciones para mantener a su gran familia (era la mayor de trece hermanos). Recorrió el sur de Estados Unidos en un circo ambulante, para posteriormente formar un dúo de éxito junto a su marido, el guitarrista Joe McCoy. En la década de los cuarenta, se trasladó a Chicago, donde actuaba con éxito en clubs de blues y de jazz; llegó a plantar cara a los músicos más conocidos de la ciudad. En los sesenta fue víctima de una enfermedad similar a la apoplejía, que le afectó al habla y que acabó por impedirle tocar la guitarra. Murió en 1973.
Alberta Hunter, nativa de Memphis, cosechó numerosos éxitos en sus giras por Europa, especialmente en ciudades como Londres o París, donde llegó a remplazar a Josephine Baker. El auge del fascismo precipitó su regreso a Estados Unidos y llegó a ofrecerse voluntaria para actuar delante de las tropas estadounidenses en Casablanca o Corea. Tras el éxito de sus actuaciones en Broadway en la década de los cincuenta, se retiró tras la muerte de su madre para trabajar como enfermera. Hunter regresó a los escenarios tras su jubilación, con 82 años.
Ethel Waters vivió una infancia y adolescencia complicadas. Se casó con 13 años y sufrió continuos abusos por parte de su marido. Comenzó su carrera artística actuando en Honky Tonks de Baltimore, para trasladarse posteriormente a Chicago junto a una compañía ambulante. Tras le exitosa etapa en Chicago, trabajó junto a Bessie Smith en Atlanta; esta llegó a pedirle que no cantara blues para no competir con ella. Waters optó por cantar baladas y trabajar como bailarina, algo que le haría triunfar en Harlem y Broadway en la década de los treinta. Fue nominada al Oscar en 1949 por su actuación en Pinky.
Ida Cox forjó su carrera en el coro de la iglesia metodista africana, para luego comenzar a despuntar como artista en los los minstrels. El esplendor de la carrera de Cox tuvo lugar entre 1923 y 1929, años en los que fichó por el sello Paramount Records. Sin embargo, su carrera se estancó en la década de los treinta. Cox narraba a través de sus canciones la difícil situación de las mujeres negras en el sur de Estados Unidos.
La cantante y pianista Sippie Wallace llegó a ser directora de orquesta. Okeh Records la fichó, convirtiéndola en una estrella en los años veinte; se ganó el apodo de el ruiseñor de Texas y llegó a colaborar con Louis Armstrong o King Oliver.
El sobrenombre de La Reina del Blues se lo llevó Koko Taylor. Nacida en Memphis en 1928, abandonó su ciudad natal en 1952 para trasladarse a Chicago donde compaginaba su trabajo como limpiadora con sus actuaciones en clubs. En 1962 Willie Dixon quedo impactado por su talento, lo que supuso un gran giro en su carrera; Taylor firmó un contrato con el sello Chess Records en 1965. Cosechó numerosos éxitos con versiones de su mentor, como Wang Dang Doodle o Hoochie Coochie Man, que anteriormente habían popularizado Muddy Waters y Howlin´ Wolf. Ganó varios Grammy y se hizo un hueco en el Blues Hall Of Fame. En los setenta fichó por Alligator Records, y se mantuvo activa hasta su muerte a los 80 años en 2009.
Como en el caso de muchas de nuestras anteriores protagonistas, la carrera de Big Mama Thornton nació en el seno de la Iglesia. Durante los años cuarenta, esta cantante, que además tocaba la armónica y la batería, y componía sus propios temas, actuaba en clubs de Harlem. En los cincuenta marchó a Houston para grabar sus primeros temas. Suya es la primera versión del célebre Hound Dog que popularizó Elvis.
En la década de los cuarenta la presencia de estas big mamas comenzó a disminuir, sin embargo, destacaron nombres como Big Maybell, Etta Baker o Sister Rosetta Tharpe, que destacó por su virtuosismo a la guitarra. Las presiones de la comunidad religiosa la llevaron a abandonar la música religiosa. Durante el S.XX, estas pioneras cargaron con una doble condena: ser negras y ser mujeres. Ellas también parieron el blues, no las olviden.