Canela Party 2025
Hablamos con Álvaro Fernández, codirector del Canela Party, sobre la historia del festival y su próxima edición, que se celebrará en Torremolinos entre el miércoles 20 y el sábado 23 de agosto
MARÍA CANET
El Canela Party es uno de los festivales con más personalidad de la escena nacional. Una cita que arrancó su andadura en una sala de Málaga en el año 2007 y se ha convertido en “el gran pitote”, “una movida gordísima” que no se puede explicar con palabras: conciertos, disfraces, confeti, diversión y calor humano en Torremolinos. Una cuidada selección musical con un cartel ecléctico donde predomina el punk rock o el hardcore, sin obviar el pop, el flamenco, la electrónica o los ritmos urbanos, su comodidad en un recinto manejable sin apenas colas, la ausencia de solapes y el ambiente festivo que inunda el recinto (especialmente el sábado, día de la fiesta de disfraces), hacen del Canela un evento mágico donde el público se siente cuidado y la música en directo es la absoluta protagonista.
Con motivo de su próxima edición, que se celebrará en Torremolinos los días 20, 21, 22 y 23 de agosto, hablamos con Álvaro Fernández, uno de los directores del Canela Party, sobre su trayectoria, la evolución del festival, su gestión y preparación o las dificultades a las que se enfrenta su organización.
Free Rockin’. El Canela Party es un festival que, ante todo, transmite pasión por la música. Antes de nada, ¿cómo nace, en tu caso, esa pasión, Álvaro? ¿Cuáles son tus primeros recuerdos musicales?
Álvaro Fernández. En mi núcleo familiar, nunca hubo un interés por la música importante; lo que escuchaba era lo que te llegaba por la tele, por la radio y tal. El interés llegó gracias a mi primo Jaime, que iba a un colegio alemán y tenía muchos amigos que en verano se iban a Alemania. En una reunión familiar él trajo unos discos que eran básicamente de punk, de hardcore melódico de los noventa, en plan NOFX, Bad Religion… Nos pasamos toda la tarde escuchando los discos una y otra vez en repeat y me recomendó que me comprara el Punk-O-Rama, que era un recopilatorio sacaba Epitaph Records. El volumen II fue el primer disco que me compré y donde me asesoré, sobre todo con NOFX, que para mí esa es una banda fetiche. Entonces, el germen lo puso el hardcore melódico, skatecore o el punkrock melódico, como queramos llamarlo. También hizo que cambiara un poco la mentalidad, que dejara de jugar al fútbol y empezara a patinar, que empezara a cuestionar un montón de cosas…
F.R. ¿Cómo se inició tu andadura en la música? ¿Llegaste a tener proyectos musicales antes de que surgiera el Canela Party?
A.F. Allí en Málaga, siendo adolescente, tuve un par de bandas. Luego lo dejé, porque te haces mayor y compras ese discurso de que ya no hay tiempo para ello, pero luego, con el paso del tiempo, volví. Ahora que he venido a Madrid, he formado una banda propia. Al final es un gusanillo que está ahí y nunca se pierde. Aunque haya veces que te separes, formas parte de él de otra forma, como montando conciertos y demás.
F.R. ¿Cómo definirías la escena musical, especialmente enfocada al punk rock y derivados, en Málaga?
A.F. Bueno, Málaga siempre ha tenido muchos problemas en cuanto a la organización de conciertos. Cuando nosotros empezamos a montar conciertos, siendo chavalines, todavía no había una legislación muy clara sobre el tema y se podía tocar en cualquier sitio. Pero a los pocos años se pusieron muy duros con el tema y la música en directo quedó relegada prácticamente a las afueras de la ciudad y a salas muy grandes, donde se perdió un poco ese batiburrillo que podía haber germinado en una escena más potente como ocurrió en Granada o Sevilla. Al tener música en directo en el centro, se genera una escena y un público. Nosotros íbamos montando conciertos donde podíamos, pero el problema con los locales que tienen licencia de Café Teatro (los que permiten montar conciertos y pueden abrir hasta las 6am) es que son mucho más caros de gestionar y están todos en manos de gente que no le importaba una mierda la música en directo, porque hacían pasta durante la noche y ya está. Hubo una apuesta, la de Juan Diego Altamirano del Velvet Club (sala que cerró en 2024), donde hemos montado conciertos muchos años, y poco más. Al final la escena en Málaga se ha ido desdibujando y es una pena; es una ciudad que está por y para el turismo y eso cala en todas partes, incluso en la cultural. Por supuesto hay grandes excepciones, como están los chicos del CSA a Las Vegas, que en este caso están a las afueras, que tienen un espacio auto gestionado donde montan conciertos tanto de bandas nacionales como internacionales, y todos con una perspectiva muy política, muy interesante. Luego también está la falta de industria fuera de los que es Madrid y Barcelona, el problema del centralismo. Me da mucha pena, porque nosotros mismos hemos tenido que venir a Madrid por nuestros trabajos al margen del Canela pero, incluso para gestionar todo lo relativo al festival, es más fácil desde aquí.
«Somos bastante eclécticos dentro de que venimos del punk y del hardcore. Damos y hemos dado cabida a rock, post-rock, post-hardcore, electrónica, urbano, flamenco…»
F.R. Hablemos del festival ¿cómo nace el Canela Party?
A.F. Yo tenía una banda de screamo, Skirmish Society, con la que ya empezaba a montar conciertos. En esa época, Beto ya estaba buscando conciertos también por su cuenta, porque le gustaba la música, y nos conocimos de ir uno a los conciertos de los otros. Como teníamos ese estilo tan poco accesible, y en una ciudad como Málaga, pues se nos ocurrió la idea de, para que fueran los conciertos divertidos y la gente pudiese ir, se divirtiera y no se asustara de ver a unos tíos gritando, tocar disfrazados, tirando confeti y caramelos. Empezó así, como una broma. A veces todos nos disfrazábamos de algo temático, otras veces veníamos cada uno de una cosa más sorpresa y el otro no sabía de qué veníamos disfrazados. Un día, en conversación con Arnau (batería de Mujeres y también miembro de Skirmish Society), que vivió mucho tiempo en Málaga, me dijo, “¿por qué no hacemos un festival? Que vengan las bandas disfrazadas”. Luego, bueno, venga, que también que venga el público disfrazado, así se nos ocurrió la idea. El primer año, se llamaba Canela Core, porque terminaba vertiendo un poquito más al core, pero ya había bandas un poco de todo tipo. La broma funcionó, fue muy divertido, no llegamos a 200 personas, pero decidimos seguir adelante en los años posteriores. Luego ha habido cambios en la organización, pero desde el principio, sólo estamos Beto y yo. Antonio entró más tarde.
F.R. ¿Cómo ha sido la evolución del festival hasta el 2022 cuando dais el salto de Málaga ciudad a Torremolinos?
A.F. Desde 2007 a 2017, era un crecimiento muy, muy pequeño. Al principio eran todo bandas nacionales, pero en 2009 ya trajimos por primera vez a una primera banda internacional, que era una banda portuguesa, Adorno. En 2012 nos trajimos la primera banda, digamos, transoceánica, Dan Deacon. Los cambios que había en ese momento eran más de sumar un día más (antes siempre era el sábado). Se sumó el viernes, que era gratuito, al aire libre, para que pudieran venir también niños. Surgió la idea de una fiesta para niños y mascotas de disfraces, entonces la gente venía con sus niños y perros disfrazados. Luego al año o a los dos años dijimos, sumamos un jueves, que era para los fieles, en una sala de 150 personas el primer día. Acabamos muy cansados porque le dedicábamos cada vez más tiempo y decidimos que nos íbamos a tomar un pequeño descanso. Coincidía también que Beto se venía a ir a Madrid. Entonces, en ese momento nosotros estábamos ya en conversación con mucha gente que nos ofrecía bandas, sellos, management… Ángel de Miel de Moscas, que también llevaba a bandas internacionales, nos ofreció bandas para la siguiente edición y le dijimos que íbamos a parar. Nos dijo, “no, no podéis, tenéis un proyecto súper bonito, dadme un par de días”. Y en dos días nos hizo una oferta en la que el sello encargaba más de la parte coñazo y nosotros nos encargábamos más de la dirección creativa y artística. Llegamos a ese acuerdo y, desde entonces, pues hemos estado con ellos.
En 2020 nuestra idea era ya pasar de sala a sala, al aire libre, pero bueno, vino la pandemia y tuvimos que esperar hasta 2022. Entonces decidimos un todo o nada, intentar hacerlo más grande. Ahí es cuando llegamos al formato nuevo, que tiene un aforo de 5000 personas, cuatro días. El miércoles es gratuito, aunque este año al cambiar ese formato iba a haber un pequeño pago simbólico por un tema de sostenibilidad económica y posiblemente el año que viene nos carguemos el miércoles por diferentes motivos. Estamos aprendiendo constantemente. Dimos un paso muy grande y quizá ahora tenemos que intentar acomodar un poco más el festival para que sea más sostenible a nivel económico, y en ello estamos.
F.R. ¿Por qué se eligió Torremolinos como nuevo enclave?
A.F. Desde 2007 hasta el 2019 el Canela se celebró en Málaga, con una única excepción, que fue en 2009, que se hizo un Torremolinos. De hecho, es muy curioso porque se hizo en una caseta, que ya no existe, y esa caseta está dentro del recinto del Canela. Cuando fuimos a ver el recinto, lo estuvimos buscando y no lo encontrábamos, lo habían demolido; a día de hoy está donde tenemos el parking de bandas del festival, lo descubrimos por el suelo. El cambio se hizo porque había una necesidad de pasar al aire libre, en Málaga no nos hacían caso, y tocamos las puertas de diferentes ayuntamientos, y el que nos hizo caso fue el de Torremolinos.
F.R. De hecho, se os suele aplaudir el hecho de que no ampliéis el aforo. ¿A qué se debe esta decisión?
A.F. Me resulta muy gracioso cuando la gente dice “qué bien que mantenéis el formato reducido y no lo ampliáis”. Yo digo, “es que tampoco vendemos más, chicos”. Quiero decir que, como mucho, algún año se ha hecho sold out, pero se han quedado fuera ¿cuántas, 50 personas? Si de repente vendiésemos mil abonos más, pues posiblemente lo ampliaríamos. ¿Qué ocurre? Que subir del formato que nosotros tenemos al siguiente paso, implicaría tener más seguridad y otro tipo de protocolos que incrementaría mucho el precio. Entonces, estamos muy cómodos en nuestro tamaño e, incluso, viendo cómo están yendo las cosas, no descartamos decrecer un poquito, porque este año ha sido difícil para muchos festivales.
F.R. ¿Cuánto tiempo lleva preparar una edición del Canela Party?
A.F. Ya estamos cerrando fechas y trabajando con un diseñador para 2026. Al final es una rueda que nunca se para, lo que se convierte en un problema sobre todo para nosotros que seguimos teniendo nuestros trabajos, porque nunca hay vacaciones siempre hay que estar pendientes nunca se desconecta.
F.R. ¿Cuántas personas conformáis el equipo?
A.F. Desde el principio, estamos Beto y yo. Junto a Antonio, que entró un poco más tarde, somos los tres socios de Canela como tal. Luego están otros socios externos como Ángel, que tiene gente que trabaja con él que también va haciendo cosas durante todo el año. Están Josema, Eva y luego, conforme se va acercando la fecha, se va incorporando gente como Miguel, el jefe de producción. Pero hay cosas para las que somos muy celosos y no cedemos el testigo, como, por ejemplo, las redes, que las lleva Beto. Creo que tenemos una comunicación muy especial, muy concreta y muy cuidada. Tampoco en el diseño; como soy diseñador gráfico, me encargo de llevar la dirección artística. Por supuesto, también en la en la elección de bandas. Son cosas en las que no delegamos.
F.R. Precisamente, metiéndonos en lo musical, el Canela Party se ha caracterizado por seguir una línea próxima al punk, al rock, hardcore, aunque también hay pop, guiños flamencos… ¿cómo lleváis a cabo la selección de bandas para manteneros fieles a esa línea?
A.F. Siempre hemos dicho que somos un festival muy egoísta en cuanto que traemos las bandas que nos gustan. Queda muy bonito decirlo, pero al final también tenemos que hacer encaje de bolillos y renuncias porque somos conscientes de que no todo el mundo tiene los mismos gustos que nosotros. Venimos del hardcore, del do it yourself, de ayudarse mutuamente de descubrir nueva música, que creo que es algo muy guay. También el perfil de gente que va al Canela no es el mismo perfil de gente que va a otros festivales. Afortunadamente, hemos conseguido un equilibrio. Hay bandas que se pueden considerar más mainstream que nos encantan, por ejemplo, Carolina Durante, Shego o, a nivel internacional, King Gizzard & The Lizard Wizard. A nosotros nos encanta traer bandas de perfil mediano que entiendan la filosofía del festival.
«Un festival tiene que ser todo para todo el mundo. Suficientemente horrible es saber que en la vida hay clases como para ir a un festival y que te lo recuerden»
F.R ¿A qué cosas habéis dicho que no para conservar la esencia festival?
A.F. Nosotros somos muy, muy cuidadosos con el tema de que un festival tiene que ser todo para todo el mundo. Suficientemente horrible es saber que en la vida hay clases, y que estamos debajo de otros, como para ir a un festival y que te lo recuerden: estar abajo y ver a gente arriba más cómoda, sin tener que esperar colas para pedir o para el baño. Para nosotros es fundamental que no haya colas en los baños, para pedir en las barras, que la gente pueda estar cómoda, que puedan acercarse a primera fila. No creemos en zonas vips, nos rechina muchísimo.
También somos reacios a tener sponsors que nada tienen que ver con la música. El día de mañana nunca se sabe si acabaremos pasando por el aro, pero no queremos trabajar con cosas con las que estamos moralmente en contra: bancos, portales de inmobiliaria, o energéticas. Siempre contamos la misma anécdota, pero nos parece muy interesante. Nuestros escenarios no se llaman marca X o marca Y, sino Fistro y Jarl en homenaje a Chiquito de la Calzada. Por supuesto, le pedimos permiso a la familia, y la familia nos dijo que sí, siempre y cuando no estuviera ligada de una manera directa con una marca, y así lo hemos mantenido. Hemos trabajado con diferentes cerveceras, hubo una en concreto que nos hizo una oferta, oferta económica, que incluía un plan de influencers. Automáticamente dijimos no. Cuando nos reunimos con Estrella de Galicia, nuestra actual cervecera, agradecimos mucho que se veía perfectamente que tenían muy calado el tipo de festival, que valoraban mucho cómo trabajábamos. Entonces, estamos abiertos a trabajar con marcas siempre que haya un encaje orgánico y se respete nuestra manera de trabajar. Muchas veces se nos llena la boca de que somos un festival independiente, que es verdad, pero, al final, es necesario trabajar con marcas, porque nosotros no vivimos de esto, todos tenemos trabajos aparte y acceder a las ayudas es muy difícil.
F.R. ¿Cómo os enfrentasteis a dificultades como el huracán que os obligó a evacuar el recinto en la edición de 2023 o, más recientemente, la quiebra de Wegow?
A.F. De puertas para fuera, fue todo genial y lo hicimos muy bien, pero de puertas para dentro, estábamos arrancándonos los pelos. Vamos, lo pasamos fatal. A mí me tocó comunicar la evacuación y estaba acojonado; al terminar de hablar el público empezó a aplaudir y escuché un «¡gracias por cuidarnos!» y fue como joe, qué público tan de puta madre. Pero, se consiguió, seguimos adelante. Sí que es verdad que, en un festival con las cuentas tan ajustadas como en Canela, ese huracán hizo mucho daño porque perdimos el ingreso de las barras durante cuatro horas, que para nosotros es muy importante. A día de hoy, lo seguimos arrastrando. En cuanto al tema Wegow, afortunadamente a nosotros no nos ha afectado económicamente porque dejamos de trabajar con ellos en diciembre. S i tenemos muchos amigos en bandas, sellos a los que sí, les ha afectado, o festivales hermanos como el Prestoso o el Centolo. Ojalá se solucione pronto.
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F.R. Adentrándonos en esta próxima edición, ¿qué destacarías del cartel de este año?
A.F. Creo que somos bastante eclécticos dentro de que venimos del punk y del hardcore y se nota, ¿no? Pero creo que damos y hemos dado cabida a punk, hardcore, rock, post-rock, post-hardcore, electrónica, urbano, flamenco… De hecho es una pena que este año no hay guiño flamenco, pero lo que viene lo vamos a recuperar.
Dentro de las internacionales, por ejemplo, MJ Lenderman nos flipa, pero es que, además, está el plus de que él estuvo tocando el año pasado con Wednesday y ha sido muy fácil la negociación porque él quería tocar en el festival. La vena nostálgica me hace hablar de The Get Up Kids, una banda que ha sido importantísima y más aún con el disco que vienen a tocar, Something to write home about, que para mí es uno de mis discos favoritos de cabecera ever. También Joyce Manor, que es la primera vez que vienen a España. Tenemos una novedad este año que es Ecca Bandal, una de esas bandas que está creciendo muchísimo, que viene del mundo urbano y que ahora está yendo más hacia el hardcore. De hecho, han estado a punto de cancelar la gira, nos avisaron y nos pusimos a buscar alternativas. En esa búsqueda de alternativas, regresamos a Bob Vylan, la banda que nos faltaba por anunciar. Están siendo ahora objeto de mucha controversia por su concierto en la Glastonbury donde reclamaron la libertad de Palestina y gritaban muerte al ejército israelí. Les han cancelado en muchos festivales, les han quitado la visa a Estados Unidos, y pensamos, “¿por qué no lo tiramos en la caña?” Y han aceptado. También hay una declaración política de alinearnos con los postulados de denunciar la masacre y el genocidio que está ocurriendo. Estamos muy contentos de sumar a esta banda, y es una de las cosas positivas que tiene ser un poco hormiguita de estar siempre buscando cosas nuevas, que a veces conseguimos cosas nuevas en un momento idóneo en el que están creciendo. Dado que no podemos afrontar grandes cachés, sí que podemos contratar a una banda en un momento de crecimiento más accesible económicamente para nosotros .
En cuanto a las bandas nacionales, tenemos a bandas que repiten y que son amigas como Biznaga, Parquesvr, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba o Aiko, Maple, Tatxers, Serpiente Orión, que, curiosamente es una banda germen del Canela porque tres de sus integrantes eran integrantes de Skrimish Society.
F.R. Uno de vuestros eslogans es que el Canela es “el único festival donde las bandas van a ver al público”. Es cierto que es habitual ver a músicos asistiendo a los conciertos, completamente integrados entre el público, y eso es algo mágico que se genera allí, ¿no? En tiempos donde parece que la gente acude a festivales solo por el postureo, en el Canela la música en directo sigue siendo la protagonista.
A.F. Sí, es una cuestión muy curiosa. Tú normalmente vas a un festival a ver y aquí vas a ver, pero también vas a que te vean, y no me refiero a que te vean a lucir palmito, sino tú vas a mostrar también la creatividad de otra manera, en lugar de musicalmente, la muestras a través del disfraz. Cada año nos encontramos con un montón de bandas que han tocado años anteriores, es un poco “el festival favorito de tu banda favorita”, que es un eslogan que nos comentaba Javi Ferrara de Parquesvr. El principal público valedor del Canela son las bandas que han tocado y que valoran el festival, y eso es muy importante.
F.R ¿Qué creéis que podéis mejorar a corto plazo?
A.F. Creo que somos un festival que siempre hemos mirado más hacia afuera que hacia adentro: cuidamos mucho al público, cuidamos mucho a las bandas, cuidamos todo lo relacionado con la comunicación, pero, a lo mejor, no nos cuidamos tanto a nosotros. Quiero decir que tenemos que hacerlo sostenible económicamente. Tenemos que mejorar la web, que es muy antigua, pero es que ahora mismo no tenemos el dinero para invertir en una web a la altura. Otro dilema al que nos enfrentamos son los precios de los alojamientos. Para mucha gente, aunque seamos un festival barato para lo que ofrecemos, luego ven los precios de allí y se echan para atrás. A nosotros nos gustaría mantener la provincia de Málaga porque el Canela es Málaga.
F.R ¿Después de tantos años, la pasión y el amor por la música se mantiene o se ve afectada por el paso del tiempo y todas esas dificultades de las que hablamos?
A.F. Por supuesto. No entendemos ninguno de nosotros la vida sin la música y, no únicamente la música que te puedes poner en casa, sino ir a conciertos, formar parte de la escena. La pasión sigue intacta, pero las energías son diferentes, también hay un aprendizaje y una profesionalización.
F.R. Para terminar, ¿qué conciertos o momentos de las pasadas ediciones recordáis con especial ilusión y con qué bandas os gustaría poder contar en un futuro?
A.F. Es muy difícil, pero Dan Deacon por ser la primera banda extranjera que trajimos. Hubo un momento en el que me subí al escenario con Beto, que en ese momento también hacía las fotos, y estábamos ahí arriba, viendo la que estaba liando la gente abajo, cantando, todos los disfraces por ahí volando, nos miramos y nos dimos un abrazo. También Metz, que siempre lo contamos: el día que llegaron a Málaga para tocar en el festival estaban cabreados porque perdieron todos los instrumentos, no querían ni tocar. Al final conseguimos un equipo con nuestros propios instrumentos mi bajo, la guitarra de un colega, se subieron al escenario, vieron semejante fiesta y nos dijeron “habéis hecho que el peor día de nuestra vida se convierta en el mejor”. Ahora se han separado, pero ha sido la banda que más veces han tocado en el festival, el año pasado Alex, el cantante y guitarrista, vino con su familia porque quería que su hijo conocieran el Canela… Eso es muy emocionante. El estar hablando en un camerino con Karate, que es una banda que siempre nos ha flipado, y que te den las gracias y que se quieran hacer una foto contigo. Ha habido muchos momentos muy emocionantes.
Como deseos, nosotros que venimos del mundo del Do It Yourself, Fugazi, pero sabemos que si Fugazi se reúne no va a tocar en un festival, sino en una CSA.