El Meister: “Quiero pensar que estoy en tierra de todos, no en tierra de nadie”
Javier Vielba, frontman de Arizona Baby y Corizonas, repasa su carrera como músico y productor, su faceta de cinéfilo y aquellos años en los que se desmelenaba con el grunge y el stoner rock
JUANJO RIESGO
Javier Vielba gasta un aire entre místico y desenfadado, que podría definir precisamente buena parte de su carrera musical, lo que a él le gusta llamar «música cósmica americana», tal y como decía Gram Parsons. Pero Vielba es un tipo multifacético, la música de raíces norteamericanas la practica con Arizona Baby y Corizonas. En solitario, y bajo el alter ego de El Meister, reivindica el folclore castellano trasladándolo a sonidos más modernos, como se puede comprobar en su último EP Fantasmagoría (Subterfuge Records, 2018). Es esta inquietud y polivalencia musical la que invita a saber más sobre su bagaje cultural.
¿Cuál es tu primer contacto con la música?
En los años ochenta era un niño que oía música en casa, en la radio, en la tele. Había mucha música accidental, música que había por ahí y te iba calando. De hecho, en El Meister hay mucha presencia de sintetizadores precisamente por esa música accidental. No sé a quién se le ocurrió en Televisión Española comprar el catálogo de Vangelis, de Jean-Michel Jarre y de una serie de genios de la electrónica que al final todas las cabeceras de todos los programas eran de gente que triunfó mucho con la electrónica. También había un programa de niños que se llamaba Planeta Imaginario y la música era de Isao Tomita, un japonés de sintetizadores también muy interesante. Todo eso sonaba ahí y no sabías lo que era, pero luego con los años descubres y vas poniendo nombres e identificando las cosas. El Meister es un proyecto muy personal en el sentido de que, aunque sea una especie de alter ego, un personaje o una vía de escape, entran muchas de estas músicas accidentales de cuando eres un niño y que te acompañan toda la vida. Luego, por supuesto, está la radio. Los 40 Principales en aquella época no ponían reguetón y concursantes de la tele. Ponían música de todo tipo, si estaba triunfando Guns N’ Roses, ponían Guns N’ Roses; si estaba triunfando Nirvana, sacaban a Nirvana. También estaba la MTV, que antes de la era de los realities era sólo música. Todos esos contactos a través de los medios de entretenimiento que teníamos a nuestra disposición, que era algo tan básico como la radio, la televisión, los colegas y el tráfico de cintas, al final te marca.
Luego están los hermanos mayores, que también marcan mucho el ritmo.
Sin duda. Mi hermano era más de cantautores y mi hermana más del rollo de la Movida como Parálisis Permanente, Derribos Arias, Gabinete Caligari, Radio Futura. Eso también aparece en El Meister. En Bestiario hice una versión de Silvio Rodríguez y en Fantasmagoría hay bastante influencia de Parálisis Permanente, como en ‘Logia Personal’. Y de Gabinete Caligari, lo primerísimo que hacían antes de empezar a abrirse a unos sonidos más autóctonos, sí que tiraban mucho de ese rollete oscuro también. Bueno, el propio nombre del grupo, el gabinete del doctor Caligari, ya te lo decía todo. Hay mucho de todo eso y la estética que he adoptado para Fantasmagoría es muy del expresionismo alemán, hemos cogido directamente la tipografía de la película Metrópolis; cosas que creo que casan muy bien. Siempre he escuchado todo tipo de estilos y siempre he sido muy abierto, nunca he sido muy talibán. He sido muy militante de muchos movimientos y corrientes, pero nunca talibán. Siempre me ha gustado estar abierto y al final siempre era muy heavy para los punkis, muy punki para los heavys, muy electrónico para los que les gustaba el guitarreo y viceversa. Siempre te encuentras, quiero pensar, que en tierra de todos, no en tierra de nadie.
De entre toda esa música accidental, ¿a qué te agarras para llevar la carrera que has llevado?
Durante los 80 yo era un niño y funcionaba por ensayo y error, pero en los 90 ya era un adolescente. Para mí la gran revolución fue Nirvana y eso abrió las puertas al torrente que estaba acumulándose y haciendo fuerza por salir que era el rock alternativo. Ya en el punk nació esa filosofía de hazlo tú mismo, empezaron a proliferar los sellos independientes y empezó a primar lo artístico sobre lo comercial. Desde gente como Jane’s Addiction por un lado, Pixies por otro y grupos del proto-grunge como Mudhoney… todo eso lo canalizó Nirvana para el gran público y para el mundo; realmente cambió el panorama. Yo estaba escuchando mucho hard rock, heavy metal y todo tipo de músicas bestias a través de un primo mío más mayor y apareció Nirvana.
«Desde pequeño ya estaba pendiente de escuchar cosas que hay que escuchar: los Beatles, los Rolling, Pink Floyd»
A mí también me gustaba mucho lo melódico, como Guns N’ Roses y otros grupos que tiraban más al rock clásico, pero ya estaba pendiente de escuchar cosas que hay que escuchar: los Beatles, los Rolling, Pink Floyd, cosas básicas que conviene también descubrir. Pero llegó Nirvana y me sentí arrastrado junto con un montón de amigos y amigas. Empiezas a vestir así, te pones todo lo que lleve ese halo y era muy emocionante, te sentías conectado con el mundo y cabalgando la ola. No era sólo el grunge, creo que en los noventa hubo una explosión creativa enorme, sobre todo en la primera mitad: desde rock clásico con Blind Melon o The Black Crowes hasta cosas más punk o más underground, que quizá lo representaba más Nirvana pero había un montón de bandas. También hubo un movimiento muy interesante que abrió muchas puertas que fue el Riot Grrrl!, ahora que está tan presente en la sociedad el debate de la igualdad. Yo tenía la mente y los oídos muy abiertos, también me gustaba el brit-pop, pero siempre me tiró más el grunge. Realmente empecé con Guns N’ Roses, pero me parecía muy complicado de tocar, y con Nirvana ya vi que se podía. A raíz de ahí empecé a tocar y también fueron muy importantes grupos de los setenta como Led Zeppelin, Black Sabbath, que el grunge bebía mucho de ahí como el stoner rock. Todo eso nos voló mucho la cabeza y empecé a formar mis primeras bandas, que eran muy grunge y muy stoner, pero a la vez siempre tenía la guitarra acústica a mano; componía en la acústica y luego lo pasaba a eléctrico. Las influencias se dejan ver un poco en todo lo que hago, independientemente de que sea Arizona Baby, Corizonas o El Meister, que son estéticas musicales distintas pero creo que hay una esencia que siempre está ahí, es la personalidad que reúne tus experiencias, lo que descubres, lo que te marca. Como yo, humildemente, intento hacer todo de una manera personal, pues supongo que se notará la esencia.
Esa esencia tuya sería la psicodelia, que en Arizona Baby mezclas con el rock americano
Aunque no nos gustan las etiquetas, nosotros muchas veces decimos que hacemos música cósmica americana. A mí me gusta mucho esa mezcla del desierto y el cosmos y cómo se puede fundir. Por ejemplo, en todo el movimiento del stoner rock había mucha presencia del espacio exterior y la tierra.
Por otra parte, en tu proyecto de El Meister reivindicas mucho el folclore nacional
Sí, sobre todo el castellano y de Asturias también porque me pilla cerca y lo conozco mejor. En la guitarra también hay cosas del flamenco que nos pueden influir, en Arizona Baby hay guitarreos aflamencados, pero quizá nos viene por algo más rock como Triana que por Camarón. El rock andaluz es algo precioso. Yo pensé: “Si hay gente que coge como música de raíz el blues y en el sur de España se coge mucho el flamenco, por qué no utilizar las jotas, los romances y las coplas para hacer sonidos más modernos”. Se puede tocar una jota con un sintetizador igual que se puede hacer punk con un ukelele, por qué no. Nuestras raíces pueden ser cool, pueden ser interesantes. Parece que a lo castellano se le ha dado un halo de ranciedad, te viene a la cabeza la película de Los Santos Inocentes o te acuerdas de libros de Delibes y piensas en esa España de posguerra y de desolación pero que a la vez me parece muy inspirador, por eso no veo el problema en reivindicarlo y decir “oye, es que esto es un punto de partida muy bueno para continuar lo que pueda haber o incluso aportar cosas nuevas”.
“Pensé, si hay gente que coge como música de raíz el blues y en el sur de España se coge mucho el flamenco, por qué no utilizar las jotas, los romances y las coplas para hacer sonidos más modernos”
Yo también noto que cada vez hay más artistas de una generación más moderna, en la que me incluyo, que juegan con estos referentes o estas esencias musicales. La Bien Querida, Los Ganglios o Maria Arnal i Marcel Bagés, por ejemplo, son gente que combina muy bien la música tradicional española con sonidos más modernos. Creo que todo eso mola y va a ser la forma de que terminemos por fin con el rollo de “estos son los The Jesus and Mary Chain de Barakaldo”, “los Pixies de Vigo”… Que dices: “Ya, pero para cuando vamos a ser nosotros mismos sin necesidad de ser los no sé quién de no sé dónde”. En los sesenta estaban los Beatles de Cádiz, que había un grupo que se llamaba así, o Los Brincos que eran nuestros Beatles, pero Los Brincos también desarrollaron una música muy personal y al igual que los Beatles podían meter skiffle o algún rollo así británico, ellos no dudaban en meter algo coplero o flamenco.
Respecto a otras formas de influencia, ¿el cine te ha ayudado?
Siempre ha habido mucho rollo cinematográfico en todo lo que he hecho. Arizona Baby se llama como una peli y Fantasmagoría está muy influenciado por el expresionismo alemán. Aparte de que estudié cine, sí que me enrollado mucho con cosas, como un amigo que hace un corto y le hice la banda sonora. Por ejemplo, una vez hicimos una experiencia bastante chula en la que un par de amigos músicos (uno de ellos es ahora el bajista de la banda de Ángel Stanich) y yo hicimos un pequeño experimento que era poner películas de Kenneth Anger como Lucifer Rising y Scorpio Rising. Cosas así de cine experimental que en lugar de girar en torno a un argumento, trata de potenciar estímulos visuales, quitarles la banda sonora y reinterpretarla nosotros mismos improvisando con batería, sintetizador, theremin y guitarras. Me gustó mucho, me quedé con ganas de hacerlo más veces y ahora, de hecho, el 2 de junio en Madrid, dentro de NoTodoCine Fest, voy a reimaginar Metrópolis con el maestro de visuales de Corizonas Héctor de la Puente. Él va a hacer como un mash-up visual de Metrópolis con efectos y vamos a ir improvisando juntos; él con los visuales, yo con los instrumentos y me ayudará el batería de Arizona Baby para abarcar más paleta sonora.
¿De la literatura también bebes a la hora de componer?
Sí que me he fijado mucho. Yo estudié cine como posgrado pero mi carrera fue filología inglesa y ahí había que leer mucho. Siempre me ha gustado leer, pero me gusta tanto que a veces tengo la sensación de que no leo lo suficiente. En el caso de El Meister, me he pegado últimamente unos buenos repasos al romancero castellano porque es una muy buena fuente de inspiración. Siempre hablo de Valle Inclán, que me ha influido mucho [se acaricia la barba bromeando], tengo una canción que no ha salido todavía que se llama ‘Max Estrella’ (protagonista de Luces de Bohemia), otra canción también inédita que está basada en un poema que aparece en El Quijote. Tiro mucho de referencias literarias, últimamente, que pasen por Castilla porque es cuna de letras y parece que tenemos un filón muy bueno para trabajar y hacer cosas muy interesantes y reivindicar cosas que a veces damos por hecho y que quizá no valoramos en su justa medida.
Al fin y al cabo, todas las artes pueden entremezclarse e influenciarse unas a otras
Yo creo que sí. Por ejemplo, con El Meister siempre colabora Pati Duque, una artista vallisoletana que es pintora de óleos pero para Fantasmagoría experimentó con una foto analógica que no está tratada con Photoshop. Me gusta mucho colaborar con gente de otras disciplinas y crear algo más completo. El primer grupo que tuve con repercusión a nivel underground, del año 97 al 2000, íbamos a sacar un EP de cuatro canciones que más bien llamaría demos. En ese grupo teníamos una serie de colaboradores de artes plásticas, amigos de Bellas Artes a los que les gustaba la misma música que a nosotros y hacían cuadros inspirados en nuestras canciones. Otra amiga fotógrafa hacía sesiones con nuestras letras colgando por ahí o pintadas en el cuerpo de la gente. En directo íbamos muy maqueados a lo Velvet Underground, como diciendo “aquí hay un concepto”. Cuando se abría la sala había una exposición de cuadros inspirados en nuestras canciones mientras nosotros pinchábamos música y después empezaba el concierto, salíamos a tocar y proyectábamos las fotos de nuestra amiga, el que hacía los cuadros tenía un grupo de performance… Siempre me ha gustado hacer cosas así con la gente con la que me junto, mezclar y que el arte sea más transversal.
«Humildemente, intento hacer todo de una manera personal, pues supongo que se notará la esencia»
Antes mencionabas a Ángel Stanich, ¿cómo llegas a él y a producirle?
Fue bastante natural. Es la vieja historia bonita de músicos que se encuentran. Yo soy un poco más mayor que él, así que yo tenía algo más de experiencia y quería producir cosas de otros además de las mías. Él tenía unas canciones pero necesitaba un guía para enfocarlas y hacer un disco en condiciones. Barajando ideas, charlando, dándole vueltas y mirando las canciones fuimos viendo el concepto y decidimos hacer el disco, que fue Camino Ácido. Trabajé con total libertad, pero siempre con su beneplácito porque el artista es Ángel y es quien tiene que quedar satisfecho con el resultado, sentirse realizado y salir a presentar su trabajo con toda la banda. Un productor tiene que estar al servicio de las canciones y el artista tiene que quedar mucho más que feliz. En este caso, superó las expectativas de todos. Lo hicimos con mucho cariño y mucho amor, el disco tardó en salir pero bien está lo que bien acaba. Seguimos trabajando mucho y con el nuevo disco también estamos muy contentos, creo que nos hemos superado.
Stanich es, como tú, un artista que no se encasilla, ¿no?
Sí, el primer disco era más americano, más crepuscular y este es más variado. Ahí queda clara la personalidad de Ángel, eso destaca siempre, y las canciones ahora tienen más colorido y más vestidos. El primer disco era más homogéneo, aplicábamos la misma configuración para todas las canciones y en este casi hemos hecho una configuración para cada canción. Con configuración me refiero a cambiar elementos de la batería, instrumentos… para conseguir distintos colores y matices.
¿Qué planes tiene por delante un tipo tan frenético como tú?
Estoy grabando disco con Arizona Baby entre Madrid, Valladolid y Sevilla, para que se filtren aires diferentes y, sobre todo, por el estado anímico; cambia mucho la interpretación de estar en un sitio o en otro. Ahora tenemos fechas sueltas de Corizonas y Arizona Baby, empiezan los festivales. El Meister, como siempre, transcurre en un segundo plano. Lógicamente, la nave nodriza para mí es Arizona Baby y Corizonas es un poco ese aliado o extensión de la familia; son dos proyectos con identidad propia pero que están unidos, de la misma manera que están unidos a Los Coronas, a Sex Museum, de alguna forma estamos también ligados a Ángel Stanich. Vas conformando un árbol familiar maravilloso, yo estoy muy contento de tener unos compañeros de viaje tan talentosos y tan molones.