KAK: desenterrando un tesoro escondido
Afincados en San Francisco y con el rock psicodélico por bandera, KAK, publicaron un único disco, joya oculta del acid rock californiano
MANUEL LÓPEZ
En 1968 Gary Lee Yoder (guitarra y voz), Dehner C. Patton (lead guitar y coros), Joseph Dave Damrell (bajo y sitar) y Christopher Lockheed (batería y teclados), formaban la banda KAK, sacaban disco homónimo y a principios de 1969, desaparecían del mapa, dejando tras de sí una joya oculta del acid rock californiano.
A finales de los 60, el LSD inundaba la escena artística de la costa oeste de los Estados Unidos y el espíritu lisérgico se había apoderado de buena parte de la música que se facturaba en esos momentos. A mediados de 1968, al abrigo de bandas como Grateful Dead, Moby Grapes o Jefferson Airplane, nacía KAK. Afincados en San Francisco, facturaron un álbum que, si bien pasó desapercibido, en esencia supone un pequeño muestrario de la música lisérgica de su época .
El disco abre con ‘Hco 97658’, donde una guitarra densa, fluye suavemente por toda la composición y con ‘Everything’s Changing’, con unos rifs claramente influenciados por Jefferson Airplane. Tras esa introducción, llega el bloque más comercial; ‘Electric Sailor’ y ‘Dibelievin’. Ambas hubieran funcionado perfectamente en la radio, con armonías vocales que recuerdan a los Beach Boys y diálogos de guitarras que, por momentos, se tornan demasiado agudas y desquiciantes, para volver a sonidos más suaves.
Las dos baladas del álbum, de aires folk y tocadas con sitar (‘I’ve Got Time’) y clavicordio (‘Flowing Bys’) parecen un oasis de tranquilidad antes de la locura lisérgica que supone ‘Bryte ‘N’ Clear Day’. Este tema se estructura en torno a una intrincada conversación de guitarras, tocadas tan alto y tan agudo, que literalmente hacen daño al oído. La manera de cantar de Yoder recuerda al Lou Reed de ‘Run, Run, Run’.
La parte final del disco es, tal vez, la más interesante. Sus dos canciones suponen, por duración, casi la mitad del álbum. ‘Trieulogy: Golgotha/Mirage/Rain’ son tres canciones en una pista de más de ocho minutos. La primera parte gira en torno a un rif de guitarra, que desemboca en una orgía sonora y en un solo con el que se da paso al siguiente movimiento. Entonces, Yoder parece meterse en la piel de un juglar medieval durante dos minutos, tras los cuales el ritmo cambia a un beat acelerado y alegre, con una batería frenética, cuyo bombo marca el resto de la composición.El disco cierra con ‘Lemonaide Kid’, de seis minutos. Tocada con una guitarra cremosa, una batería tribal, con predominancia de bongos y un sitar, que hacen de este tema el paradigma de una composición lisérgica de manual.
En suma, KAK facturaron un álbum que, pese a haber tenido muy buenas críticas en la revista Rolling Stone, alcanzó muy poca repercusión mediática y aun menos ventas. Sin embargo, quien se acerque a este disco podrá reconocer en él una pequeña obra maestra de la psicodelia americana. Una producción con unos arreglos muy cuidados, grandes solos de guitarra y unas progresiones inmersivas, que desembocan en momentos de auténtica catarsis ácida.
Puede resultar incomprensible que un trabajo así no destacara más, pero en una década tan prolija en producción musical, como lo fue la de los 60, las corrientes del mainstream arrastraban con frecuencia, tesoros sonoros como este KAK, a las islas de la indiferencia.