La electricidad del bosque
Tras más de diez años al frente de Los Zodiacs, Ignacio Garbayo debuta en solitario con Sonido Forestal
MARÍA F.CANET
Nada agita el alma como el sonido que provoca el encuentro de dos guitarras, un bajo y una batería; claro y directo, atraviesa el cuerpo como una descarga eléctrica. Por maravillosa que resulte la complejidad de las melodías y los aportes tecnológicos, resulta necesario regresar a ese fuego primario de velocidad, sudor y adrenalina de tanto en tanto; ese mismo que acelera el cuerpo cuando llega el viernes o cuando se presenta la oportunidad de pasar la noche acompañados. Esa electricidad es la que ha sabido captar Ignacio Garbayo en Sonido Forestal (Oso Polita, 2018), su primer trabajo en solitario tras más de diez años al frente de Los Zodiacs, en el que hace valer el famoso tópico ‘menos es más’.
Compuesto ante la calma de su estudio de la Sierra de Gredos, el álbum desprende rabia y diversión a partes iguales. Letras irónicas plagadas de humor que abordan relaciones fallidas y amores pasajeros, envueltas en pildorazos pop-rock de apenas tres minutos que hacen recordar por qué el rock and roll permanece vivo. Parafraseando una de las diez canciones, el músico bilbaíno ha logrado ese sonido ‘natural y fresco’ -entre el pop-rock clásico, el punk y la New Wave- gracias a una banda perfectamente engrasada -Javi Estrugo (batería y coros), Pit Idoyaga (guitarra y coros) y Lander Moya (bajo)- y la producción de Kaki Arkarazo (Deltonos, Amparanoia).
‘Nitroglicerina’ tema que abre el disco, es tan adictiva como la historia de amor imposible que narra: una explosiva relación marcada por el choque de personalidades cuya intensidad queda plasmada a golpe de batería y guitarra. Los posos del rock clásico asoman en cortes como ‘Busca entre la basura’ con afilados riffs stonianos que se deslizan entre las cenizas de una relación con metáforas que restan dramatismo -“quizás en el congelador quede algún resto que no esté podrido/ descongélame sobre el radiador y pasa una noche más conmigo”- o en el sonido sucio proveniente de un sótano logrado en ‘¡Muévete!’, con un sensacional tándem bajo-batería y un potente solo de guitarra. Ecos de la New Wave sobrevuelan en la delirante ‘Sobrenatural’ o ‘Te dejaré atrás’ transmitiendo esa sensación de velocidad y ganas de vivir. En una vertiente más punk, destaca la divertida ‘Huye del monstruo’, con un adictivo puente en el que alegres coros y una pegadiza sección rítmica son protagonistas.
Más allá de los desengaños amorosos, también hay tiempo para una aguda crítica social y hacia el postureo imperante en ‘En la Televisión’ -“cine de autor/versión original/me aburres más y más/ basura inmunda y horror/ mentiras y corrupción/violencia y terror/ pánico y destrucción en la televisión”- aliñada con armonías vocales que evocan a los Beach Boys. Este interesante contraste se repite en ‘Soy un Cerdo’ donde la rabia del propio Garbayo consigo mismo y el rugido de las guitarras contrarrestan con la dulzura del juego de voces.
Temas de corte más pop como ‘Natural y Fresca’, abordan de forma desenfadada las relaciones esporádicas en una invitación a vivir el aquí y el ahora -“aunque venga de paso/ quiéreme otra vez/el amor pasajero es amor también”- , mientras ‘En el Bosque’ resulta un medio tiempo muy Beatle con un brillante cambia de ritmo gracias a la alianza guitarra eléctrica-batería.
Con Sonido Forestal Ignacio Garbayo se impone como el guardián de ese fuego primario que es el rock and roll a base de canciones breves y directas, balazos adictivos que impactan en la cabeza del oyente y de los que cuesta despojarse. Un disco divertido como un sábado por la noche de bailes y cervezas con los amigos, que hace volver a sentir a quién escucha esa descarga eléctrica sacudiendo su cuerpo; esa electricidad que le hará recordar por qué se prendó de aquella música del diablo.