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Playlist: Homicidios

Treinta y ocho años después del asesinato de John Lennon, repasamos con una playlist otros homicidios musicales

 

DAVID ESTANCOUSQUI

El sábado ocho de diciembre se cumplieron treinta y ocho años desde que Mark David Chapman descerrajara cinco tiros en la espalda de John Lennon. El ex Beatle fue declarado muerto pocos minutos después en el Hospital Roosvelt de Nueva York. Puede que el británico sea el músico más popular muerto por homicidio, pero la historia nos recuerda que no ha sido el único.

Unos años antes, en 1964 a Sam Cooke lo asesinó la encargada del motel en el que se hospedaba. La mujer dijo que lo confundió con un delincuente que pretendía asaltarla. Lo cierto es que Sam Cooke era un negro en un país racista en el que aún los derechos civiles eran motivo de constantes protestas y luchas callejeras. Así que, a día de hoy, se desconocen las razones por las que aquella mujer blanca se cargó al «Rey del soul».

Veinte años más tarde, ya en 1984, a Marvin Gaye lo mató su propio padre a la edad de 44 años. El compositor norteamericano se lió a mamporros con su progenitor. Tras lo que el padre de Marvin cogió una escopeta y disparó varios proyectiles sobre el cuerpo del músico. El asesinato se consideró en defensa propia. Gaye padecía fuertes depresiones desde la muerte de su compañera Tammy Tyrell entre sus propios brazos durante una actuación.

Muertes controvertidas. Muertes en extrañas circunstancias. Casi todos los asesinatos suelen enunciarse así. Y si hay una vida que deba definirse también de tal manera esa es la de Robert Johnson, uno de los mejores guitarristas blues de la historia y del que Martin Scorsese dijo: “Robert Johnson solo existió en sus discos, fue pura leyenda”. Una vida desconocida y una desaparición, a los 27 años en 1938, al parecer, envenenado. Dicen que fue por un lío de faldas, tras pegar unos tragos a un whisky al que alguien echó estricnina según relató Sonny Boy Williamson, un músico que tocó con él por aquellos días. Tres lápidas llevan su nombre en el cementerio de Greenwood (Misisipi). Aunque se cree que Johnson fue enterrado en un cruce de caminos, tal como cantó en ‘Me and the devil blues’.

Lejos del glamour de las muertes de leyenda como la de Robert Johnson, también hay asesinatos mundanos. Así fue el de Peter Tosh, fundador de The Wailers, posiblemente la banda reggae más importante de la historia y que acompañó a Bob Marley durante años. La muerte de este activista por los derechos humanos se produjo en 1987 cuando unos intrusos armados irrumpieron en su casa para robarle. Uno de los asesinos del jamaicano fue Dennis “Leppo” Loban, a quien Tosh había ayudado a rehacer su vida tras su salida de la cárcel.

Y si volvemos la cabeza hacia España, nos encontramos con otro allanamiento y con un cadáver con signos de violencia. Es el caso de Joe Borsani, uno de los símbolos de la movida madrileña, que fue encontrado en tales circunstancias en su domicilio el ocho de junio de 2003 a la edad de 59 años. El compositor argentino es una de las figuras menos reconocidas de aquella época. Fundador de Los Tíos Queridos en argentina, en España fue pionero durante la movida con su grupo Sissi. Compuso canciones para multitud de artistas como Palito Ortega, Miguel Bosé, Tijeritas, Paco Clavel o la archiconocida ‘Yo tenía un novio’ de Rubi y Los Casinos. Y además formó parte de lo que se conoció como «la movida latina» junto a Germán Coppini, Malevaje, Fernando Márquez o Víctor Coyote.

En la categoría de cantautores asesinados, no puede faltar Víctor Jara. El cantautor chileno fue torturado y asesinado tras el golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende de la presidencia de Chile en 1973 y que dio paso a la dictadura militar de Pinochet. Pero tampoco se puede guardar en un cajón la figura del argentino Facundo Cabral. Cabral fue Mensajero Mundial de La Paz por la UNESCO y nominado al premio Nobel de la Paz en 2008. El compositor, poeta y monologuista fue acribillado a tiros tras un concierto en Guatemala al ser confundido con un empresario vinculado al narcotráfico.

Pero si hay una fuente de la que mane sangre, con olor a plomo, esa es la del rap. Muchos son los episodios de niños grandes que, en lugar de emplear los puños, sacan sus pistolas para pelearse. Pero quizá las más conocidas sean las muertes de Tupac Shakur y The Notorious B.I.G.

Los dos raperos neoyorkinos se conocieron en Los Ángeles y trabaron una buena amistad. Hasta que Tupac fue acribillado a balazos en su estudio en noviembre de 1994. Se salvó. Pero su amigo, «Biggie», a quien Shakur responsabilizó del tiroteo, se mofó de aquello en su canción ‘Who Shoot Ya’. Y Tupac respondió con ‘Hit ‘em Up’. En ella afirmaba haberse acostado con la mujer de «Biggie». Aunque quizá el motivo más razonable para sacar a pasear las pistolas fueron los negocios. Y es que juntos fundaron las discográficas Death Row y Bad Boys. Y aquello terminó como el rosario de la aurora. Tupac murió asesinado en Queens (Nueva York) en septiembre de 1996. Seis meses después, a Notorious B.I.G. se lo cargaron en su propio coche en Los Ángeles. Sus muertes convirtieron a ambos raperos en los más vendidos de la historia. Y a sus familias en multimillonarias.

Y para terminar con esta serie de asesinatos musicales, el homicidio por antonomasia.

Hay muchos artistas que pretenden permanecer en la carretera hasta que el cuerpo diga basta. Pero en este caso el que dijo basta no fue el cuerpo de “Dimebag” Darrell Abbot, guitarrista de Pantera. Sucedió otro ocho de diciembre, pero de 2004. El que disparó el revólver también fue un fan. Sobre el escenario del Alrosa Villa de Columbus (Ohio) los hermanos Abbot, fundadores de Pantera, presentaban en sociedad a su nueva banda: Damage Plan. Pero a Nathan Gale, seguidor de Pantera, no le había hecho gracia su disolución. Así que se coló en la sala. Se acercó hasta el escenario. Y desde la primera fila descargó tres balas en la cabeza de “Dimebag” Darrell. Lo dejó seco. Aprovechando el caos intentó escapar. Pero, como “Dimebag”, tampoco pudo salir del Alrose Villa. La policía lo abatió antes de que pudiera huir.