Cordovas, country-rock contra los avatares del destino
La banda de Nashville publica su tercer disco, con el que se consagra como la última gran banda de country-rock
MARÍA F. CANET
Los meses de estío la vida siempre parece un poco más amable, se detiene y, por un momento, los sueños y deseos no parecen tan inalcanzables. Pero cuando llega el otoño, el destino acecha a la vuelta de cada curva del viaje de vuelta, como un hotel abandonado en mitad de la carretera. En esa procesión de regreso cambia el paisaje; de las despedidas al reencuentro, del dejarse llevar a la cuadriculada rutina. En esa frontera de sensaciones Cordovas han construido Destiny Hotel (ATO Records, 2020), su nuevo trabajo.
Concebido durante una gira en Nuevo México y grabado la semana antes del confinamiento, el tercer disco de la banda de Nashville se sustenta sobre tres pilares: exultantes teclados, guitarras fronterizas y cuidadas armonías vocales. En los 28 minutos que dura el LP, se mezclan la contundencia del rock americano (ecos a los Allman Brothers, Grateful Dead o los Eagles), la tradición cósmica de los Flying Burrito Brothers, la calidez de Poco o Crosby, Stills & Nash y el espíritu de The Band. Todo ello bajo la supervisión de Rick Parker (Beck, Black Rebel Motorcycle Club) a la producción.
La felicidad creciente de los primeros momentos de una relación irradia en ‘High Feeling’, corte que abre el álbum, a caballo entre el country y el soul —con una clara reminiscencia a The Band—, donde la aterciopelada voz de Joe Firstman es acompañada por teclados celestiales y los coros góspel de Angela Miller y Lauren Cervantes (Black Pumas). El agónico bucle espera-desesperación-tristeza adquiere una bella y nostálgica dimensión a golpe de mandolina, armonías vocales y guitarras cósmicas en ‘Rain On The Rail’.
La tradición folk mezclada con vibrantes cambios de ritmos aparece en la animada ‘Fine Life’, fiddle, percusión y piano de vodevil mediante, que conserva la vitalidad de los últimos trabajos de Levon Helm, mientras que ‘Do More Good’, coreado himno de cantina, oda a la resistencia, desprende poso bluegrass. Los miedos desaparecen en ‘Afraid No More’, donde mandolina y coros crean una cálida pero melancólica atmósfera, a modo de despedida del verano y del hogar (Nashville), para emprender el regreso a California. Imágenes y aromas fronterizos se perciben en el medio tiempo ‘Warm Farewells’, mientras guitarras que parecen salidas de un Honky-Tonk se baten en duelo en la pegadiza ‘I’ Ma Be Me’. ‘Destiny’ es un sugerente himno de carretera cimentado sobre eléctricas escurridizas y un espectacular hammond que brilla en el solo. El rock sureño de aura setentera impregna temas como ‘Man In My Head’ donde Firstman demuestra su potencia vocal entre contundentes teclados, o ‘The Game’, coreada por el grueso de la banda, con guitarras y hammond claramente heredados de los Allman Brothers.
En este solitario hotel hay madera que cruje, imperfecciones en las paredes, pero también alfombras de terciopelo y grandes ventanas. Un disco que acogerá a quién decida entrar tanto a los que buscan consuelo y refugio como a los que quieren intimidad para disfrutar de los buenos momentos. Canciones para enfrentarse a los avatares del destino que consagra a Cordovas como la última gran banda de country-rock.