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Barry Harris: enseñando el espíritu in aeternum del bebop

Una de las últimas figuras del bebop falleció el pasado 8 de diciembre a los 91 años

 

 

GUILLERMO GARCÍA-VALDECASAS 

Si hubiera que resumir en una sola palabra la importancia de Barry Harris en relación al jazz, una podría ser maestro. No solamente presenció en primera persona el auge del bebop, uno de los periodos más importantes y trascendentes en la historia del jazz, y compartió escena con algunas figuras clave, sino que dedicó gran parte de su vida a transmitir con el mayor rigor la esencia de este estilo a través de las clases que impartió alrededor del mundo. Difundió su testimonio desde la heterodoxia desligado de las grandes instituciones, a modo de outsider, con el fin de mostrar el retrato más fidedigno de lo que es la tradición jazzística.

Nacido el 15 de diciembre de 1929 en Detroit, Barry Doyle Harris comenzó su aventura en el piano motivado por su madre, una pianista de la iglesia baptista, y aprendió a tocar su primera canción a los cuatro años. Su infancia estuvo musicalmente rodeada por el repertorio perteneciente al ámbito baptista, siendo el tema ‘What a Friend We Have in Jesus’ una de las melodías presentes en ese paisaje sonoro. Durante los años 40, Harris descubrió el nuevo jazz en su Detroit natal y quedó automáticamente fascinado. Cual adolescente dominado por una imperiosa rebeldía, tomó la decisión de desvincularse del mundo musical materno para dedicar todas sus energías a una nueva sonoridad que presagiaba el anuncio de una revolución.

Con el pianista Bud Powell como su mayor referente, Harris se dedicó a escuchar y reproducir de forma exhaustiva todas las grabaciones de jazz que pudo adquirir. Esta incesante labor, sumada al dominio magistral de los fundamentos teóricos de la armonía, atrajo a aspirantes jazzistas que acudían a él para recibir lecciones. Paul Chambers, Joe Henderson, Charles Mcpherson y el gran saxofonista John Coltrane son solo algunos nombres importantes que pidieron consejo a este druida del jazz. Harris contribuyó de forma notable a que Detroit se convirtiera en un núcleo fructífero de nuevos jazzistas como el guitarrista Kenny Burrell o su amigo pianista Tommy Flanagan, con quien compartió algunos dúos a dos pianos en el documental Thelonious Monk: Straight, No Chaser producido por Clint Eastwood.

Su sendero profesional comenzó a partir de los 50 grabando un gran número de proyectos a su nombre a la que se suma una lista extensa de colaboraciones estelares. Mención especial merece su trabajo con Coleman Hawkins a través de dos álbumes de estudio (Wrapped Tight y Sirius) y uno en vivo (Supreme) donde podemos escuchar a Harris acompañar ‘Body and Soul’, el tema con el que el legendario saxofonista cosechó el primer gran hito de la historia del jazz moderno en 1939. Hoy es posible encontrar un momento musical intimista entre ambos astros en la grabación a dúo del tema ‘Time on My Hands’ del álbum Sirius. A mediados de los sesenta se produjo otro hecho importante en la historia de Harris al convivir con Thelonious Monk en la casa de la baronesa y mecenas del jazz Pannonica de Koenigswarter en Nueva Jersey y que acabó convirtiéndose en su residencia definitiva. Harris fue testigo de las proezas que Monk era capaz de hacer en el piano durante horas y ambos llegaron tocaron numerosos dúos a dos pianos que, lamentablemente para la historia del jazz, nunca fueron grabados. Tanto Hawkins como Monk fueron decisivos en la consolidación del sistema teórico y de enseñanza que Harris desarrollaba desde los inicios de su carrera.

 

La labor docente que perfeccionaba conjuntamente con su trabajo escénico logró asentarla a principios de los 80 con la creación del Jazz Cultural Theatre en Nueva York, donde alternaba sus enseñanzas con conciertos y jam sessions de alumnos, pero debido a las altas subidas del alquiler se vio obligado a clausurar a mitad de la década. Gracias a la ayuda de su discípulo Joshua Edelman, Harris comenzó a visitar asiduamente Madrid a partir 1986, convirtiendo esta ciudad en centro importante de su enseñanza en Europa junto con la Haya y Roma. Por tierra, mar y aire, Harris cubría la enseñanza musical trabajando la armonía en el piano, el repertorio para cantantes y la improvisación para todos los instrumentistas en jornadas que comenzaban a temprana hora de la mañana y se extendían más allá de las ocho horas diarias. En sus clases el tiempo dejaba de pertenecer a las horas para transformarse en tempo dominado por el swing.

 

A principios de los 90 sufrió una trombosis que mermó sus capacidades físicas, especialmente su brazo izquierdo, pero ello no le impidió seguir tocando y dando clase por todo el mundo. Desde entonces hasta sus últimos días continúo enseñando y cosechando adeptos hasta que a finales de noviembre de este 2021 fue ingresado debido al Covid, falleciendo poco tiempo después. Deja tras de sí una carrera con casi un centenar de discos y una gran cantidad de discípulos de los que cabría mencionar en España los nombres de los pianistas Irene Albar, Tino Gil o el guitarrista Joaquín Chacón entre otros. En esta escuela Harrisista o Harrisiana residen los nuevos testigos del jazz con la misión de tomar el relevo del maestro: mantener vivo su legado transmitiendo fielmente su testimonio, en medio de un panorama donde los extractos de sus clases se encuentran a montones esparcidos por internet. Descanse en paz, maestro.