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Sarria: cuando la esperanza vence al desencanto

Hablamos con Nacho Sarria a propósito de El mundo es cruel (pero creo en él), su segundo disco

 

MARÍA CANET

Nacho Sarria (Málaga, 1995) repasa su agenda. En menos de una semana ha concedido treinta y una entrevistas para presentar El mundo es cruel (pero creo en él) (Esmerarte Industrias Creativas, 2024), su nuevo disco: “ahora cuento con un sello, tengo la infraestructura para que este proyecto salga adelante con banda. Estoy consiguiendo un movimiento que antes me faltaba”, cuenta con una sonrisa que borra el cansancio. El malagueño arrancó su carrera en solitario hace tres años con la publicación de Sarria (autoeditado, 2021), su primer elepé, al que siguió el EP Canto Breve (autoeditado, 2021). Tras una pausa —“el primer disco me agotó un poco; no sabía de qué quería hablar y ni cómo quería sonar. Lo que tenía claro era que no quería hacer una segunda parte del primero”— vuelve a erigirse como uno de los nombres destacados de la potente escena rock andaluza (La Trinidad, DMBK, Riverboy, Vera Fauna) con un trabajo que, en sus palabras, es “la fotografía del momento que he vivido en los últimos años. El primer disco lo compongo estando aún en Sevilla, en Los Labios, más pequeño e inocente, en un contexto no muy fácil. Con este volví a Málaga y dejé de ser el niño para liderar mi propio proyecto”, afirma.

“Luchar por tus sueños es más fácil con 20 años que con 30”

Ese cambio le llevó a encontrarse “más a gusto conmigo mismo”, a través de un proceso de búsqueda durante el que recaló en nuevas sonoridades (música negra, bolero), así como en nuevos aliados como su compañero de piso, Sixto Martín (vocalista de La Trinidad) —“me descubrió a Chic, que junto a Parcels han sido una influencia importantísima en este disco. Compartimos muchas cosas”— o Paco Loco, productor de este nuevo trabajo: “coincidimos en una charla sobre la industria musical que se hizo en Málaga. Luego nos daban la oportunidad de elegir un estudio para tener una tutoría, y aproveché la oportunidad para conocer su visión sobre mis maquetas. En el momento que nos sentamos, tuve claro que tenía que ser él; todas las referencias que me daba, me encantaban”. Los Beatles del Abbey Road –“el lenguaje materno que hemos compartido en la grabación”- o Lou Reed son algunas de esas referencias que, junto a las dosis de riesgo y libertad necesarias, le han permitido disfrutar del proceso de grabación: “me tenso en el estudio porque siento que lo que estamos haciendo es para siempre y pierdo naturalidad. Paco tiene la habilidad de quitarle peso a la grabación. Hemos convivido allí 22 días y eso se ha notado. Ha sido una experiencia divertida”, recuerda.

El mundo es cruel (pero creo en él) aborda la “primera crisis existencial” que golpea cuando se atisba la treintena. Ese mazazo de realidad que te sacude cuando “llegas con una visión muy positiva, con ganas de comerte el mundo, y te vas dando cuenta de que la vida es dura; las cosas te pasan y no puedes controlarlas”. Ese desencanto con la vida adulta es el punto de partida de un disco que arranca con ‘El cálido paso del tiempo’, un tema de atmósfera densa e introspectiva que desprende nostalgia al ver que “los años más bonitos de tu vida, más puros, ya se han acabado. Luchas por tus sueños es más fácil con 20 que con 30. Ves que, a tu alrededor, la gente se asienta en una madurez canónica, que no me llama la atención, pero tú te sigues sintiendo como si tuviera 15 años”, reconoce.  ‘Mala racha’, un pegadizo folk lisérgico que bebe de CSN&Y, ayuda a rebajar la intensidad —“las cosas malas pasan igual que las buenas” — al igual que ‘Mi amor no se vende, se regala’, un canto al conformismo, a liberarse de la presión y  de la auto exigencia a través de una relajada melodía reggae que bebe de los Wings, “más bien de cómo McCartney cogía elementos del reggae y se lo llevaba a su terreno” para plasmar un momento de frustración en la composición: “fue una forma de decirme hazlo cuando te apetezca, cuando te lo diga el corazón y ya está”. Sarria anima a aceptar los límites, los miedos y a encontrar la belleza en detalles cotidianos como ocurre en ‘Flor’, un refugio de pop ochentero “donde te escondes y te proteges. Son esas pequeñas cosas que te hacen remontar un día malo”.

El bolero es uno de los nuevos universos sonoros que el músico ha explorado en ‘Rosas negras’, el corte más poético del disco, que mezcla con psicodelia: “el ‘Because’  de los Beatles me dio la clave para hacerlo a mi manera. Hay un armonio, un órgano que usaban los monjes y que le da una solera más profunda”. En la música negra — “he escuchado mucho a Curtis Mayfield” — el malagueño ha encontrado la sintonía perfecta para acompañar esa reacción necesaria para salir del lodo. La intensidad de ‘El agujero’, con guitarras santaneras y percusión tribal, o ‘Química inestable’, más disco, reflejan un estado de ansiedad: “esta canción surge cuando retomé el grado de comunicación audiovisual en la universidad. Hicimos un corto que se llamaba Un día extraño que necesitaba música y salió el estribillo. Lo desarrollé en base a la época de ansiedad que me dio en Madrid. Cuanto más te acercas a alguien, más vulnerables te vuelves con esa persona. Si yo te cuento mis miedos, te estoy dando la oportunidad de hacerme daño ”, confiesa.

La filosofía harrisoniana del All Things Must Pass, atraviesa un álbum que Nacho, reconoce, “me ha servido como terapia. Hicimos trece versiones del orden de los temas hasta dar con la definitiva. El disco está pensado para que te lleve de un sitio a otro”. Tras la tormenta, el sol asoma por el final de la cara B. ‘Algo bueno va a venir’, erigido a base de luminosas acústicas es el “himno optimista del disco, no quería que hubiera ni una nube”, que Nacho compuso en el otoño de 2022, cuando “empezaba a formalizarse mi relación con el sello y había una serie de elementos en mi vida que eran prometedores. Fuimos a tocar a Galicia, vimos una puesta de sol alucinante toda la banda…”. Una ilusión respaldada por la confianza en sí mismo — “en el escenario confío mucho en mí, pero en el día a día soy inseguro” — con la psicodélica ‘Di lo que piensas’, que incluye una tabla de lavar como percusión. Un ejercicio muy próximo a la etapa hindú de los Beatles: que, afirma, “me hubiera venido muy bien escuchar cuando tenía 15 años. Me cuestas expresarme porque no me gusta el conflicto”.  Con el trabajo interno hecho, el tema que cierra y da nombre al disco, bajo el influjo de Charly García, ofrece una cara que hasta ahora no había mostrado: “engancharme a la música argentina de los sesenta ha hecho que me atreva con mi registro agudo y con una canción delicada”.

A pesar de las piedras en el camino, Nacho Sarria nunca ha dejado de creer. Ahora, cuenta con la ilusión de un niño, llega el momento de tocar “en sitios donde no habíamos tocado antes. Este proyecto cobra sentido en directo”. La esperanza ha ganado el pulso al desencanto.