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Jethro Tull: Dios, la Biblia y un señor con flauta

Ian Anderson, líder de la banda Jethro Tull, resucita a la banda tras más de 20 años de silencio

 

RAMÓN GARCÍA

Es difícil saber que pasaría en la actualidad si un músico de rock hablase en sus canciones sobre Dios, prostitutas bizcas o un niño poeta que deja preñada a una adolescente. Si no forma parte de la élite del reggaetón, que parecen tenerlo todo permitido, posiblemente sería pasto de un ejército de ofendidos, encontrándose con alguna que otra demanda.

Hace más de cincuenta años, un barbudo con aspecto de pordiosero entró en la historia de la música contando ese tipo de historias. Hoy, ese inconfundible trovador de la flauta travesera acaba de editar un nuevo disco, The zealot gene (2022), a nombre de una de las bandas más originales del rock: Jethro Tull.

 

 

 

En estas fechas lo normal sería volverse nostálgico y echar la vista atrás para hablar de su obra cumbre, Thick as a Brick (1972), que cumple medio siglo, pero es más reconfortante comprobar que los Tull siguen vivos, en lugar de volver sobre lo que tanto se ha hablado ya. Hacía mucho que la banda no publicaba un trabajo con composiciones originales; tanto, que el último llevaba el título de Dot Com (1999), en referencia a las entonces novedosas páginas web. No quiere decir esto que durante todo este siglo su inquieto líder, Ian Anderson, haya dejado de trabajar. Sus directos han continuado (solo el virus pudo pararlos) y también sus discos en solitario o atribuidos a la marca Ian Anderson´s Jethro Tull. Sin embargo, como dueño y señor de los destinos de su grupo, ha premiado la fidelidad de sus músicos más recientes, incluyéndolos en los créditos del nuevo trabajo, al que además ha querido dar marchamo de auténtica banda, en la que destacan las guitarras de Florian Opahle y Joe Parrish-James y los bellos teclados de John O´Hara.

Aquel a quien se considera uno de los padres del folk-progresivo y del álbum conceptual, vuelve a insistir en reunir unos cuantos temas con un punto en común. En este caso, ciertos pasajes de la Biblia. Ahora bien, quien piense que está ante un disco de rock cristiano es que no conoce al viejo Anderson. Las sagradas escrituras son la excusa para, con su criptica prosa, envolvernos de nuevo en sus ácidas críticas a la sociedad actual, como hizo en su día en su disco más legendario, Aqualung (1971). Trabajo del que ahora, por cierto, se arrepiente respecto a ciertas letras: “Encontré mi propio punto de vista algo simplista en las notas del álbum y me sorprendí de lo que escribí, porque era un poco ingenuo”, decía Anderson en una entrevista reciente.

El nuevo disco es tremendamente variado, si lo comparamos con alguno de sus últimos trabajos en solitario, encontrando composiciones que retrotraerán a los muy fanáticos a felices momentos del clásico Thick as a Brick, el eléctrico e infravalorado Stormwatch (1979), el ochentero The Broadsword and the Beast (1982) o el exótico y oriental Roots To Branches (1995), estos últimos con preeminencia de unos sintetizadores que parecen volver a ser del gusto de Anderson.

Entre las más elaboradas y progresivas, destaca la misteriosa ‘Mine Is The Mountain’, clara evocación a su mítica ‘My God’, las potentes ‘The Betrayal Of Joshua Kynde’ y ‘Barren Beth, Wild Desert John’, o la contundente apertura ‘Mrs. Tibbets’ (en referencia a la madre de Paul Tibbets, piloto del Enola Gay, el avión que lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima), que reconcilia con los Tull de los 70, a pesar de una excesiva preponderancia de los teclados en la mezcla. En esta categoría incluiría también el tema homónimo, ‘The Zealot Gene’ (El gen fanático) en el que se despacha a gusto con la exaltación imperante y los seguidores de un Trump que, leyendo entre líneas, está presente en la composición.

El folk-rock de calidad asoma en otras composiciones más evocadoras de tiempos del Heavy Horses (1978) o Songs from the Woods (1977), como la sensual ‘Shoshana Sleeping’, lo más  aproximado a una canción de amor que vamos a poder encontrar en el disco (“Dulce lirio de campo, dulce Shoshana, nombres para conjurar un peligro fragante, mis dedos tiemblan al trazar la línea, de la nuca al sacro por la columna…). También la bucólica ‘Sad City Sisters’ en la que, entre acústicas y acordeones, cuenta la historia de unas chicas borrachas durante las típicas juergas nocturnas en Cardiff, la bluesera ‘Jacob’s Tales’ o la que posiblemente sea una de sus más bellas joyas acústicas de las últimas décadas, ‘Where Did Saturday Go’.

A pesar de que muchos agoreros se apresuraron a enterrar a Jethro Tull al finalizar los setenta, nunca han dejado de editar trabajos de calidad e interés. El, ahora sí, viejo Anderson nos mira de frente desde la portada de su nueva obra, desafiante, mostrándose tan claroscuro como la misma sociedad que lleva décadas describiendo, dispuesto a dar su nuevo sermón a quien le quiera escuchar. Amén a eso.