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La luz perpetua de Big Star

Se cumplen 50 años de la publicación del primer disco de Big Star, el inicio de un tortuoso camino que terminó por generar una comunidad de fieles que reivindican su legado musical

 

 JAVI TEJERO

Demasiado mayores para estar en casa con sus padres, demasiado jóvenes para manejar la vida adulta, ¿qué podían hacer estos chicos en la era pre-internet un sábado noche? Estar en la calle, dar una vuelta, hablar con la gente, ver qué se cocía, buscar aventuras y promesas. Pero las calles de Memphis, Tennessee, pueden aportar música y peligro a partes iguales. Atascados en el mundo cambiante de finales de los 60, inadaptados y forzados a despertar del sueño de aquella década, la música era uno de los pocos salvavidas a los que aferrarse.

Big Star, uno de los mejores grupos americanos “desconocidos”, debutó hace 50 años con un disco que se llamó #1 y que en su momento pasó prácticamente desapercibido, pero que con el tiempo se convirtió en un objeto de culto. La banda surgió en torno a los estudios Ardent, donde Chris Bell pasaba horas incontables y encadenaba un cigarrillo con otro. Era un romántico del siglo XX, un joven que pensaba que había nacido en la época equivocada y que soñaba con ser un Beatle. El destino lo juntó con Alex Chilton, quien ya era una estrella del pop juvenil al frente de los Box Tops, aupados por el single ‘The Letter’. Pero Chilton pronto se dio cuenta de que aquello se le quedaba pequeño, no podía expresarse en aquel entorno donde estaba estipulado hasta cómo y cuándo sonreír. En plena adolescencia tomó la madura decisión de dejar los Box Tops, cuya corta existencia le dejó un importante bagaje en el mundo del espectáculo; había saboreado las mieles pero también conocía los desengaños.

 

“Las canciones de Big Star contienen el brío de la juventud, el amor por la música, y la angustia de unos chicos perdidos”

 

Bell y Chilton eran dos grandes compositores, con una sensibilidad especial, formaron un tándem mágico al modo  Lennon-McCartney. No en vano, los de Liverpool eran uno de sus grandes referentes. Completaban la formación Jody Stephens a la batería y Andy Hummel al bajo. No hay que olvidar el papel clave de John Fry, fundador y dueño de Ardent Records, quien confió en ellos y les dio su respaldo. Se suele definir la música de Big Star como power pop; las etiquetas casi siempre empobrecen lo que realmente suena detrás de ellas; en este caso, especialmente, hay mucho más en sus creaciones. En ellas se puede encontrar toda la efervescencia de una localidad tan musical como Memphis: influencias del rock clásico de Sun Records, el espíritu del mejor pop británico, elaboradas armonías vocales, guitarras que aportan garra o delicadas filigranas según se requiera. También, otros aspectos menos amables, el influjo del reverso oscuro de la ciudad: altos índices de criminalidad, drogas al acecho, una competencia feroz… Todas esas inseguridades y frustraciones  están presentes en las canciones de Big Star, que contienen el brío de la juventud, el amor por la música, y la angustia de unos chicos perdidos.

#1 (Ardent Records, 1972), abre con ‘Feel’, una auténtica declaración de intenciones. En este tema encontramos un pulso constante que hace al oyente estar continuamente alerta: se suman guitarras de rock y una voz desgarrada, más adelante envuelta por coros etéreos. El collage se completa en el momento de clímax con unos vientos de soul que recuerdan al sello Stax, pintando en una sola canción todo el paisaje musical de Memphis. Le sigue un corte más reposado y sorprendentemente maduro, una maravilla llamada ‘The Ballad of El Goodo’.

 Las canciones lanzadas como singles fueron ‘When My Baby’s Beside Me’ y ‘Don’t Lie To Me’, dos temas vitalistas donde unos jóvenes músicos muestran sus virtudes con ánimo de comerse el mundo. En el caso de la segunda, sorprenden con un rock and roll clásico en el que buscan dejar su marca con los coros, las síncopas en los finales de frase y algún giro armónico. Otras joyas de la colección son ‘My Life’s Right’, ‘The India Song’, una preciosidad donde podemos hablar de una influencia directa de George Harrison y donde hablan de escapar de su vida en busca de paz, o ‘Thirteen’, una balada acústica que hace contener la respiración.

A pesar de toda la ilusión, el trabajo y la música que habían invertido en #1, en su momento fue un fracaso comercial que dejó al grupo en una encrucijada. Fue alabado por la crítica, que reconocía una obra de alto valor musical, pero ello no les otorgó el favor del público. Tal vez su propuesta en ese momento se veía como desfasada. Chris Bell, quien tenía problemas con las drogas, decidió abandonar el proyecto, hundido anímicamente. Volvió al negocio familiar y buscó refugio en la religión, creando por su cuenta el colosal I Am The Cosmos, historia que merece ser contada aparte. Lamentablemente, encontrará un final trágico años después, convirtiéndose en un miembro poco conocido del desgraciado club de los 27.

Big Star continuó, con varias idas y venidas, con una fe que a veces flaqueaba porque no lograban despegar. En 1974, año en que volvieron a intentarlo con el disco Radio City, la estrella acabó por apagarse; pero volvió a brillar a partir de 1993, cuando resucitaron como grupo de culto. Eran reverenciados por otros artistas que reconocían la inspiración que habían encontrado en ellos y por una creciente legión de fans de distintas edades que convirtieron sus canciones en liturgia.

De aquel disco de debut muchos pueden conocer, sin saberlo, una de sus canciones emblema: ‘In The Street’, en la que hablan de esas salidas nocturnas con las que escapaban de sus hogares paternos imaginando una libertad esquiva. Se eligió ese tema como sintonía de la serie That 70’s Show, versionado primero por Todd Griffin y después por Cheap Trick, otro grupo de culto. La estrella de los de Memphis no siempre ha podido brillar con intensidad, pero ha encendido una luz perpetua en muchos corazones. Porque como ellos mismos decían, “el rock and roll está aquí para quedarse”.